Un 23 de noviembre de 2013 llegamos al aeropuerto internacional de Teniente Alejandro Velasco Astete, en Cusco, a unos 15 minutos del centro histórico.
En el aeropuerto multitud de taxistas se agolpan a la caza y captura del turista para llevarse 20 o 30 soles por el trayecto. Sin embargo, nosotras tomamos lo que aquí se llama “correcaminos”, un micro bus local, que nos sumergió de inmediato en el Perú mas auténtico. Una niña de unos doce años cantaba cada parada y la gente bajaba y subía sin que el microbus apenas parara. Éramos las únicas extranjeras a bordo y por 1 sol llegamos al centro de la ciudad y vivimos una de las experiencias mas divertidas del viaje.
La Plaza de Armas es el núcleo de la ciudad. Llamada en período inca “el lugar donde se llora” (Huacaypata, en quechua) por el asesinato del último inca Túpac Amaru a manos de los españoles.
La plaza era para los incas el centro del universo y desde allí salían los caminos que dividían en cuatro estados o “suyus” su gran imperio: el Tahuantisuyu. Por eso Cusco, toma su nombre de la palabra quechua: qosqo, ombligo.
Cusco fue declarada en 1983 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aún infestada de turistas la plaza, como el resto de ciudad, tiene algo de místico: por aquí pasan viajeros de todo el mundo en su peregrinación a Machu Picchu.
Un buen número de edificios religiosos son uno de los reflejos más claros del paso de lo españoles por tierras americanas. En concreto Cusco cuenta con 11 iglesias repartidas a lo largo y ancho de la ciudad, que hoy en día configuran uno de los mayores patrimonios monumentales de todo Perú. Algunos de estos templos fueron levantados sobre cimientos de santuarios incas o fueron reinventados, como la Catedral, que había sido un antiguo palacio inca y que tras el asentamiento español, fue reconvertido en templo cristiano.
Entrar al mercado de San Pedro, tan lleno de color, o un paseo por el encantador barrio de San Blas o por la Avenida del Sol… Un recorrido por sus calles y plazas menos transitadas, o la entrada a conocer al venerado Inca Garcilaso de la Vega a la que fue su casa natal. Todo ello hace de esta ciudad un lugar donde dejarse llevar, sin prisa. Y es que Cusco va cautivando más a medida que la paseas, que la respiras, que la vives…
Cualquier lugar es bueno para tomarte unos tequeños con guacamole, acompañados de una “Cusqueña”, la cerveza local, y mirar a tu alrededor la cantidad de pasado, presente y futuro que se funden en una ciudad que hoy en día es la más turística de todo Perú.
Además de ser cuna de una civilización tan sorprendente como la inca y de tener una riqueza cultural tan viva en la actualidad, no podemos obviar la cultura gastronómica de este país. Y es que en Perú ese come muy pero que muy rico. El “chicha“, de Gaston Acurio o la cevicheria Olas Bravas son claro ejemplo de ello. Éste último, en las afueras del centro histórico, merece una visita para probar no solo el ceviche sino el arroz o los chicharrones a un precio mas que razonable.
Cusco esconde muchos rincones que dan debida cuenta de lo que tuvo que ser la ciudad hace 500 años… Todos ellos merecen un repaso: Cusco II.
lo mola todo.