1 furgoneta. 1 bebé de 18 meses. 1 isla gigante y una semana en la que acabamos haciendo más de 1800 kilómetros.
Llegamos al aeropuerto de Keflavík de madrugada, aunque por la claridad parecían las 7 de la tarde. Como en realidad era medianoche nos fuimos directas a Alex Gesthause, un hotel baratito…de 130€/noche. Sí, es barato. El del aeropuerto rondaba los 300€ noche. Bienvenidos a Islandia.
Al día siguiente fuimos a recoger nuestra flamante Happy Camper y empezamos una ruta de 1890 kilómetros que nos debía llevar por la carretera 1, conocida como Ring Road, una carretera de 1340 kilómetros que rodea la isla más 500 kilómetros que nos marcamos fuera de ruta.
Día 1. El circulo dorado+ Seljalanfoos + Skatafell
Salimos de Keflavic directamente al Círculo Dorado, que ni es un círculo ni es dorado. Se llama así a la principal ruta turística que está cerca de Reijkavic y que engloba el parque de Thingvellir, Geyser y la impresionante catarata de Gulfoss.
Thingvellir es un Parque Nacional y uno de los pocos sitios con algo de historia y es que entre sus piedras se reunían los primeros pobladores a modo de parlamento hace unos 1000 años.

Thingvellir
¿Quién había antes en Islandia? Suponemos que patos, zorros, ballenas, focas y frailecillos. Cuando los primeros colonos vinieron en el año 825 la isla era completamente virgen.

Thingvellir
Es injusto decir que Thingvellir no es bonito, pero con lo que viene después sin duda no es de lo más impresionante. Y es que Islandia tiene cosas tan espectaculares que todo lo que no sea increíble acaba pareciendo sin interés turístico.
Después de Thingvellir nos dirigimos a Gulfoss una increíble cascada que aunque parecía El Corte Inglés de rebajas no deja de ser impresionante.

Gulfoss
Por cierto, sólo notamos el exceso de turismo en el Círculo Dorado.
A la vuelta por la misma carretera paramos en Geysir, dónde ¡sorpresa! está el géiser que da nombre a todos los géiser del mundo. Aunque parece que este tiempo atrás no estaba tan activo nosotras pudimos ver el chorro de agua unas 5 veces en la media hora que estuvimos.

Geysir

Geysir
Como era el primer día y estábamos impacientes decidimos conducir un poco más en dirección a Skatafelll. Antes de llegar al camping paramos en Seljalandfoss, una de las cascadas favoritas de los visitantes ya que se puede pasar por detrás ¡y empaparse!.

Seljalandfoss
Unos kilómetros más allá está la bonita cascada de Skógafoss y el parking hace también de camping oficial, así que aparcamos mirando a la cascada. Un paraje brutal para pernoctar, quizás el más chulo de todos los que estuvimos.

Skógafoss
Día 2. De Skógafoss a Höfn
Después de desayunar con vistas a la cascada (un regalazo por mi 38 cumpleaños) nos pusimos en marcha por la carretera uno. Aunque el día fue más largo de lo que nos hubiera gustado, quizás fue uno de los días más espectaculares de nuestro viaje. Al poco de salir paramos en las increíbles playas negras de los alrededores de Vik y en Reynisfjara que cuenta con unas formaciones en piedra increíbles y que ofrece una de las panorámicas mas fotografiadas de la isla, aunque a algunos les cueste la vida… literalmente.

Reynisfjara
La leyenda cuenta que las dos piedras son dos trolls a los que el sol pilló moviendo un barco. Y desde David el gnomo todos sabemos lo que les pasa a los trolls si les da la luz del sol.
Hicimos una parada exprés en el pueblo de Vik y desoímos los consejos de cargar de provisiones el coche (y de gasolina si hubiera hecho falta). Después de Vik no vive nadie en muuuuchos kilómetros. Esa es una de las cosas más llamativas de Islandia y que en esta parte del viaje se hace muy presente: la baja densidad de población. En una superficie de poco más de 103.000 kilómetros cuadrados viven cerca de 338000 islandeses y de esos, unos 100.000 viven en Reikiavik y ninguno entre Vik y Höfn. Bueno… alguno habrá, pero la carretera no pasa por ningún pueblo.
Paramos a comer en el campo de lava Myrdalssandur que es el más grande de la isla, un campo de piedras con musgo verde pastel que parece un paisaje de Marte.

Myrdalssandur
Llegamos al parque de Vatnajökull, el principal glaciar de Islandia y el mayor terreno de hielo fuera de los polos. Sin saber lo que vendría después y teniendo que decidir entre qué ruta de senderismo hacer tomamos la decisión de hacer la que lleva a los pies del glaciar y nos perdimos la cascada de Svartifoss.
En Vatnajökull son muy espectaculares las cuevas de hielo. Recomendable acceder a ellas previa reserva de la excursión organizada si quieres garantizar que las vas a encontrar: estas formaciones aparecen y desaparecen… y aparecen en otro sitio… por el mismísimo capricho de la madre naturaleza.
Nuestra rutita era más bien un paseo con la dificultad del sendero nivel “ir con niña de 11 Kg a la espalda”.

Vatnajökull

Vatnajökull
De vuelta, decidimos tirar un poco hasta el próximo camping sin pensar lo lejos que estaría pero eso adelantó uno de los regalos que más ganas teníamos del viaje: la laguna glaciar de Jökulsárlón.

Jökulsárlón
Cuando paras en el parking a unos metros de la carretera no puedes hacerte una idea de lo que verás en cuanto subas el repecho: una laguna helada con icebergs flotando. Sin palabras. Si la isla fuera un desierto pero estuviera Jökulsárlón ya merecería la pena el viaje.
El lugar, que ya de por sí es escandaloso, tiene un atractivo añadido… Se pueden ver a cientos de frailecillos a una distancia bastante prudencial. Suma y sigue.

Jökulsárlón
Nos hubiéramos quedado a dormir en Jökulsárlón, pero no hay camping y no se puede dormir con furgo fuera de zonas habilitadas, así que tuvimos que conducir hasta el camping de Höfn.
Día 3. De Höfn a Seyðisfjörður
Nota: las duchas del camping de Höfn son mucho más baratas que otros camping. Limpitas y aseadas nos pusimos en marcha. Nada más salir del camping recogimos a unas canadienses que hacían autostop y a las que llevamos a la primera parada de nuestro día: Djupivogur, un pueblo en uno de los fiordos del Este, que sí, que estará en el fiordo, pero al pueblo no tenía ningún tipo de interés más que el de estirar las piernas y comer algo antes de proseguir.
Y en este punto nos vamos a detener en la cultura gastronómica de Islandia que va entre cero y menos nada. Nosotras nos esforzamos en buscar sitios de buen comer, pero ni esforzándonos… No es un país que deslumbre por su gastronomía, no.
Para pueblo bonito bonito, también en los fiordos orientales, está Seydisfjordur, a 27 Km de la Ring Road. Un lugar donde recrearse, como no, con el paisaje montañoso y las cascadas.

Seydisfjordur

Seydisfjordur

Seydisfjordur
Día 4. De Seydisfjordur a Akureyri
Carretera y manta nos dirigimos hacia Goðafoss, “cascada de los dioses”, una de las más espectaculares del país. Lugar donde, dicen, lanzaron todos los iconos paganos cuando el país fue cristianizado. Una auténtica locura de sitio. Para recrearse y sentirse pequeñito ante la magnitud de la fuerza del agua.

Goðafoss
Y de ahí saltamos a Hverir, otro de esos lugares sorprendentes que nos regala Islandia. Las entrañas de la tierra, el lugar donde el suelo que pisamos arde. Literal. Unas de las zonas con mayor actividad geotérmica del mundo. El olor a azufre, el sonido del chisporroteo del barro hirviendo, los colores… Tan indescriptible…

Hverir

Hverir
Y de la Tierra más ígnea… al Mar más gélido. Siguiente parada: Húsavík, ciudad costera donde vivimos uno de los momentos más emocionantes del viaje: el avistamiento de ballenas en pleno mar de Groenlandia. Brutalísimo.
Fuimos testigos del baile de unas cuantas ballenas (más de las que esperábamos) y muy cerca del barco. ¡Vimos hasta tres a la vez! Una experiencia que queríamos vivir alguna vez en la vida… y que superó con creces las expectativas.
La excursión la hicimos con la compañía NorthSailing, dura alrededor de 3 horas y cuesta 10.500 ISK (Alrededor de 85 euros) por persona.
Y aquí, en Húsavík, comimos por primera vez en un restaurante decente. Un pescado muy decente. Por un precio decente. En Gamli baukur, frente al puerto.
El día, que no podía haber sido más completo, finalizó en Akureyri. Un paseo por la ciudad y al camping a reposar emociones.
Día 5. De Akureyri a Bogarness
Amanecer cuando nunca anochece ralla la noción del tiempo. Y también hace que los días sean largos, larguísimos… Así que, furgo en marcha, nos vamos a comernos el día con una primera parada improvisada que nos llamó mucho la atención. La granja de Byggðasafn Skagfirðinga en Glaumbær, muy peculiar, fundamentalmente porque son pequeñas casas con tejados de césped en una colina verde verde rodeada de montañas. La granja, que está museizada, muestra cómo se vivía en el siglo XIX… Parecía un escenario de peli.
Seguimos por la Ring Road hasta hacer parada en Hvammstangi, punto de partida para el avistamiento de focas, ¡de focas!l Allí se encuentra el Centro de Interpretación donde nos dieron un mapa marcado con todos los lugares desde donde se podían ver las focas. Mapa en mano seguimos la carretera en su busca y captura. Hay un recorrido que se puede hacer en coche y otro que sólo se puede hacer en 4×4… Así que allá que fuimos y sí, ¡las vimos! Allí estaban, tan repanchigadas… Se ven desde lejos pero aún así, ¡es emocionante!
Cuando cogimos de nuevo carretera llovía, llovía mucho… adoptamos a un par de autoestopistas franceses y desde ahí marchamos a Borgarnes, casi sin parar…
En Bongarnes visitamos The Settlement Center, un museo donde se pueden ver dos exposiciones; una muestra de los primeros asentamientos en Islandia y otra donde se representa una de las Sagas islandesas (historia escrita de los primeros colonos que habitaron durante los siglos X – XI en Islandia). En esta expo podemos ver la Saga del vikingo Egil. Entretenido para un día lluvioso y desapacible.
Por cierto, en Borgarnes está el peor camping de todos los que estuvimos… Terrible. Un bleh
Día 6. De Bogarnes a Reikiavik
Se acerca el final de nuestra Ring Road que culmina en la capital de Islandia, Reikiavik, la ciudad más poblada de toda la isla, ciudad ejemplo de sostenibilidad, ecología y seguridad.
Tras una semana recorriendo lugares tan increíbles, Reikiavik está bien -decir lo contrario sería injusto- pero no deja de ser una ciudad.
Comimos en un restaurante que nos recomendaron y que nos encantó: Saegreifinn, que disfrutamos casi tanto como Ari jugando en la zona habilitada para niños. Muy nórdico todo.
Paseando por el viejo y colorido Reykiavik nos encontramos con la catedral de Hallgrímskirkja, que en realidad no es una catedral sino una iglesia de rito luterano… Sorprende su peculiar forma y sus casi 75 metros de altura que la convierten en el edificio más alto del país.
En pleno corazón de la ciudad nos encontramos el lago Tjörnin, hábitat de muchas aves y animales acuáticos autóctonos, en cuyo alrededor se sitúan muchos de los puntos de interés turístico como el ayuntamiento o la Galería Nacional de Arte. Como muchos otros lagos como el de Hamburgo, se convierte en pista de patinaje en invierno pero, gracias a las fuentes geotermales, se mantiene un área caliente para que sus habitantes acuáticos puedan seguir en su hogar.
Como digo la sede del ayuntamiento se encuentra en la orilla del lago y se puede visitar. Alberga expos y tiene mucha información turística. No está de más darse una vuelta.
Callejear por el casco histórico, patear el puerto… Teniendo en cuenta la lluvia al final echamos el día sin que nos diéramos cuenta.
Durante todo el día nos planteamos la duda: Blue Lagoon.. ¿sí o pasando? Esta laguna geotermal, la más popular de Islandia, se encuentra en la Península de Reykjanes, a unos 50 Km de Reykiavik. Teniendo en cuenta que teníamos que haber reservado la entrada con anterioridad, vimos que quedaba algún pase a primerísima hora o a última del día siguiente. Finalmente optamos por no ir. Llovía mucho y leyendo opiniones llegamos a la conclusión que era demasiado “parque temático” a un precio demasiado elevado. Aunque reconozco que me quedé un poquito con las ganas de haberme dado un baño ya no en la famosa Laguna Azul sino en cualquiera de las lagunas o piscinas termales que hay a lo largo y ancho de Islandia. Habrá que volver.
Día 7. Península de Reykjanes – Seltún
El último día de la aventura islandesa dio de sí lo justo para una pequeña toma de contacto con la Península de Reykjanes, lugar de gran actividad geotermal y volcánica. Hicimos parada en Seltún donde, al igual que Hverir, la tierra escupe fuego, casi literal. Colores ocres, grises, verdes… el olor, ESE olor…
Seltún es la primera parada de interés de otros muchas que se pueden hacer en la Península. Por falta de tiempo nos quedamos aquí. Un auténtico broche de fuego para esta aventura islandesa.
Leave a Comment