Pisaq pertenece al Valle Sagrado de los Incas y está a unos 30 km de Cusco. Para llegar tomamos un colectivo, 5 soles por persona, música local y un trayecto de unos 40 minutos muy entretenido.
La ciudad actual situada en el valle es de época colonial y cuenta con un extenso y colorido mercado artesanal y una pequeña zona de alimentación, que merece la pena ser recorrido. Nosotras fuimos a primerísima hora y los propios locales estaban haciendo sus compras antes de que sus calles se llenaran de visitantes.
Madrugamos con una intención: Ir a la misa en quechua que es tan popular en esta ciudad donde participan los indígenas locales y los varayocs, que es el nombre por el que se conoce a los presidentes/alcaldes de las comunidades. Nos comentaron en la oficina de turismo que las personas de habla quechua son las primeras en amanecer y su misa es a las 5 de la mañana. Así que no llegamos a tiempo.
La ciudad inca se asentaba en las montañas que rodean el valle. El complejo arqueológico de Pisaq es de los más importantes junto con el de Ollataytambo y Machu Picchu.
La manera más práctica de subir a las ruinas desde la ciudad es tomando un taxi por el que nosotras pagamos 20 soles por trayecto.
El acceso al complejo se realiza mediante el B.G.T, o pagando los 70-80 soles por persona que cuesta la entrada (no admiten tarjeta de crédito). Y una vez dentro, solo queda dejarse sorprender.
Pisaq al igual que el memorable Machu Picchu se levanta sobre la montaña haciendo de un «más difícil todavía» una obra de sofisticada ingeniería. La zona de los baños, aprovechando el cauce del río, el lugar destinado a los enterramientos donde se pueden ver cientos de nichos en la ladera de montaña; torreones (dicen los que saben que habría más de 20), viviendas, túneles que comunican esta parte de la ciudad con dos áreas más de construcciones que están más alejadas y que también son de obligada visita…
Poco antes de finalizar el recorrido, la lluvia se vino con nosotras y caladas y combatiendo el mal de altura con dosis extras de respiración, conseguimos llegar hasta las afueras haciendo honor a los runners de montaña como nuestra admirada Pili.
Hectáreas con restos de un tiempo pasado, no sé si mejor pero si muy interesante tanto desde el punto de vista estructural como desde un punto de vista antropológico. Hablamos del siglo XV cuando en otros rincones del mundo ya estaban apareciendo la imprenta, la brújula o la pólvora, los incas hacían virguerías arquitectónicas, culturales y agrícolas con otros medios y un ingenio que poco teníamos que envidiar, venciendo barreras naturales y haciendo buen uso de una gran agudeza organizativa: unos cracks
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