Atravesando la estepa zamorana llegamos a Castroverde de Campos, un pueblo que debe mucho a Cecilio Lera, su alcalde y dueño y señor del templo gastronómico Lera. Hoy lleva las riendas su hijo Luis Alberto Lera.
La cultura del esfuerzo y del buen hacer ha convertido este restaurante en un imprescindible gastronómico a nivel internacional. Entre sus mesas se oyen diferentes idiomas y acentos. Y Cecilio presume. Para no hacerlo. Este hombre dicharachero y currante como él solo ha dado en el clavo. En la cocina y en el business.
Al Lera puedes ir exclusivamente a comer o cenar… O si prefieres, puedes darte un homenaje hedonista y entregarte en cuerpo y alma a lo gastro pero pernoctando en uno de sus palomares. Comer y dormir… Y volver a empezar… Cultura slow y mucha paz.
Se trata de una cocina de caza, producto de cercanía. Los palomas y pájaros son su especialidad, productos de los que no habíamos dado debida cuenta hasta llegar allí.
Ir al Lera fue un regalo… Tal cual. Y es que tienen la opción de poder regalar tarjetas como ésta y es genial.
Así que a la hora de comer nos lanzamos al menú degustación con maridaje.
Y por la noche, a la carta. Reconozco que a mi me hizo más tilín los platos de carta que el menú… Y tenían corujas… que allí llaman marujas o pamplinas… Y a mi algo tan básico me tiene ganada. Soy público fácil.
Uno no puede ir al Lera y no visitar su bodega. Preciosísima.
Del pueblo poco o nada que decir… Bueno sí, que tiene un parque que se llama Obama porque en 2010 nombraron al ex presidente de EE.UU hijo predilecto de Castroverde de Campos. Curioso, ¿verdad? ¡Ay Cecilio!
¿Dónde está?
Fecha del viaje: mayo de 2018






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